Imagen_historia_Mon.jpg

Vivir sin aire

(Mon)

 

Mi nombre no importa, dejémoslo en que soy española y natural de una pequeña ciudad de la provincia de León. Y, como todo el que escribe aquí, tengo también la 2 y somos unos pocos, ya, pero como dicen por ahí, ¡lo bueno no abunda!

Fue allá por el 94, parece que fue ayer, cuando comenzó esta pesadilla. Primero, que si un dolor de cabeza, dolor no, porque de jaqueca, nada, terrible jaqueca o más. Luego, que si salías de fiesta y no te enterabas de lo que contaban, siempre estaba con: “¿Qué? ¿Qué?”. Y decían: “Qué, ¿no te enteras?”. Y claro que no me enteraba. Luego, ya decía un médico que era un tapón de cera en el oído, y de ahí que oyese mal, y tapón que desapareció y seguí oyendo mal. Luego, llegó el estar sentada y, al levantarme, la vista que se iba por instantes y al momento volvía. Lo consulté, y los oftalmólogos preguntaban que si era porque tomaba drogas, jajajajajaja. ¡En mi vida las he probado ni quiero! La doctora insistía en que sí; y yo, que no. Que iban a saberlo igual; y yo, que no. Y al final, fue que no. Lo que veían tras mis ojos no era más que el pedazo de tumor que tenía en el cerebro, bueno, finalmente era un tumor. Me lo operaron, y santas pascuas, como que fui de fiesta; aunque era difícil la operación, pues, ni me enteré; de regreso a la habitación, en cuanto me lo permitieron, me fui de paseo por los pasillos, ¡como que había ido a sacarme una muela! Pero... el “granito” volvió a crecer. Y debía de haber vuelto, porque oía mal, y resultó que ahora también tenía más “granos en los oídos”, y que esos también había que operarlos. En unos meses, reingresé para que me quitaran los “granos”, y fue que no, porque si los quitaban, ¡me dejaban sorda! De risa, así me lo tomé.

Entonces, empezó mi peregrinar entre médicos y máquinas, me derivaron a una clínica de Madrid y ahí ya el asunto no me gustó nada y cambió el color de todo y empecé a tomarlo más en serio. Poco a poco iba oyendo menos… Los doctores de León, la verdad, grandes y altos como la copa de un pino, porque gracias a ellos, hoy puedo contaros esto. Sigo aquí gracias a ellos y a muchos más. Lo peor es el regreso a casa, al instituto, la gente que sigue pensando que oyes y no se entera de que ya no oyes nada, pero como hablas, pues… A la semana de reincorporarme al instituto, la poca audición que quedaba, en una noche, como que se fue en un sueño. En ese momento, ya no pude con más, ¿y a qué ir a clase si ya no oía? Y me quedé en casa, pero… Mi cabeza le daba vueltas y más vueltas a todo: ¿qué hacía en casa, y el futuro, qué? Busqué y busqué y terminé yéndome a estudiar lejos de casa, donde nadie me conocía, y en donde el no oír no iba a ser problema. Aterricé en Salamanca, bella ciudad a la que quien conoce, como dice un libro, siempre vuelve, y razón lleva. Allí me iniciaron en la lengua de signos y, con ayuda de Sole y Recar, comencé a levantar y reconstruir de nuevo ese cielo que se había ido abajo y, por fin, vi un rayo de luz, mejor dicho, ellos me lo trajeron y me guiaron para encontrarlo.

Fue el inicio de un antes y un después; ahora, bien; luego, no tan bien.

Este año, radiación va, radiación viene, pero… el dichoso “pero”. Este año, operación; después, radiación; o las dos en un año, ¡2x1! Después, bien; luego, menos bien; pero… Luego, bueno, y más, pero… Adelante, atrás y poco a poco, nace uno, luego otro nace. “A este hay que operarlo, al otro lo irradian”; ahora crece, luego para, y el “pero”… Hay otro más y más. Una cruz que te enseña a apreciar más la vida y los pequeños detalles. A sentirte, de algún modo, afortunada por cómo aprendes a ver la vida y a valorarla. Aprendes que una palabra duele más que una patada. Y que no puedes hacer ¡nada! O sí, esperar a que te toquen más premios, te gusten o no. Si tú misma le echas narices, te das valor y sigues, con ganas o sin ellas, tirando adelante; si te quedas, nadie tira, es algo que tienes que hacer tú, tengas ganas o no. Y entonces es cuando aprendes a valorar la vida, a encontrar el lado positivo a todo y que si lo pintan de negro, quedas obligado a sacar el cubo y la brocha, y darle de blanco. Ahora, sí; y luego, también, porque otra opción no existe.

Y lo piensas, ¡y, Dios, qué cruz, tantos terrícolas en el planeta y me toca a mí! ¡Mira que soy afortunada! Pero si lo piensas, pues sí, somos afortunados, porque sin esta lotería no habríamos visto la vida como la vemos, no apreciaríamos las cosas como lo hacemos, no le daríamos a la gente y a las cosas la importancia que desde este punto de vista les damos. Por suerte, esta lotería (de la mala mala), al menos, nos ha puesto a un montón interminable de gente a la que conocer ha sido toda una suertaza, doctores magníficos que, de no haberla tenido, no hubiésemos conocido nunca y ¡todo un abanico de profesionales sanitarios a los que debemos tener hartos! Y amigos, porque desde que te toca esto, los haces, no como los de antes, que salieron sapos de conveniencia y en cuanto asoma el chollo te dejan en la estacada. A partir del premio, se hacen amigos, pero amigos que te entienden de maravilla, porque ellos también lo viven, y unos siguen contigo tirando adelante a la espera de una cura que sea ¡de-fi-ni-ti-va! y otros, a quienes esto los pudo, pero desde donde están nos siguen observando y seguro no quieren tenernos como vecinos porque aquí estamos mejor. Y esa otra gente falsa que te rodea, que se acerca por interés propio, pero que aparece la NF2 y, por suerte, desaparece enseguida, ¡como por arte de magia! Nada, tocó así, es verdad, pero ¿por qué yo? Y… a alguien tenía que tocarle. Así que yo digo, o mejor dicho, lo leí: si un problema no tiene solución, ¿para qué preocuparse? Vivir como si fuese el último día y cuando el problema esté ahí y sea ya insalvable, ahí sí hay que preocuparse, no antes.

Y tras más de veinte años con mi querida NF2 a cuestas, aquí sigo, tirando para adelante, ¡otra no queda! Sed positivos siempre y reíros hasta de vuestra sombra, ¡eso es lo único que el 2 no nos roba!

Un saludo y un abrazo a todos.

2014 © CREOWEBS. Diseñamos y creamos